Una crónica de viaje sobre el trabajo y las distancias. El desarraigo, la soledad y la necesidad de llevar dinero a casa. Un aporte de Diego Hernán Aschei, a corazón abierto y una pluma impecable, para Prisma.

Partir

A la hora señalada, y en el lugar apuntado. Esperaba un recibimiento frío, aunque no tanto como el que sabe propinar la ausencia de todo ser. Ese ambiente prolijo y angulosamente blanco se cortaba al final del pasillo en una puerta que anunciaba en dos palabras que a partir de allí, se desarrollaba un Área Restringida. En mi ser, la prohibición es relativa a la confusión que genera haber cumplido con la responsabilidad conferida y aún así quedar sin la recompensa esperada. Atravesada e infringida, mas allá de aquella, un avión guardaba en silencio un lugar para mí que nunca ocuparía puesto que; de manera inevitable; se habrían de ir sin mí.

El Salar del Hombre Muerto, travesía 2

La ciudad de Salta se encuentra al resguardo de un gigantesco y milenario bosque talado que comúnmente solemos llamar Cordillera de los Andes. Para llegar a donde me esperan, la pequeña aeronave de 17 plazas cuya marca y modelo desconozco, habrá de surcar picos y nubes, valles y quebradas inolvidables. Como dejar fuera de esta lista a esos ríos pequeños que se retuercen entre los espacios que el terreno arrugado dibuja a manera de lecho. Lo hará de la mano de sus virtudes aerodinámicas pero también, de la maestría de sus pilotos y quizás, porqué no, azuzada por mi profundo deseo de que su empresa de aterrizar en aquella pista de tierra compactada junto al Salar, acabe con éxito.

 

El desierto y el Litio en las alturas

Se advierte un valle árido por el que corren sin miedos aparentes manadas de vicuñas que de tanto en tanto detienen su carrera para observarnos curiosas. Se ríen de nosotros y de nuestra forma de vida organizada. La serranía, en tanto, se desarrolla en todas direcciones pero siempre distante. Se la puede ver cubierta de un manto que muta su color -lo cuál es natural y consecuente con las variaciones de la intensidad de la luz- según la hora. Verde por la mañana fresca y ocre por la tarde-noche todavía más fría. Una planta humeante que procesa minerales de Litio, el recurso energético del futuro, es llevada adelante por el esfuerzo de la gente que la trabaja, entre la cual estoy, aunque sea de manera subcontratada y circunstancial. Cosas raras pasan por aquí. Los días transcurren sin nombre. Las nubes tardías del sur arden en su base de manera platónica, dejándonos entender que el sol se esconde detrás de aquellas montañas. Un pato deambula por la noche (si, un pato) perdido y desorientado por los rayos que cada noche (si, cada noche) caen sin encontrar resistencia en el suelo. La tormenta se avecina, llega descarga su furia y se va como si nada importara, y sospecho que efectivamente es así: nada le importa.

Lejos pero cerca

Es así que las largas horas se pasan entre mates de yerba Uruguaya, cebados con maestría por los compañeros-amigos que la vida regala en lo que quizás sea la única ganancia que esta profesión me ha dejado a lo largo de estos 14 años. La amistad. Y ya que hablamos de ganancia, por otro lado se encuentra el déficit con el que carga quién, como yo, vive en el aire -un poco por distraído y otro poco literalmente- estar lejos de todo y de todos. Pero no desespero. He aprendido a convivir con la soledad. Porque todo viaje siempre termina, incluso la vida, y al igual que el caballo ladino nunca se olvida el camino a casa. Hoy, a pesar de las distancias, aquellos que amo siempre me acompañan y estoy convencido y encuentro mis fuerzas en ello: están y estarán conmigo a donde vaya.

Diego Hernán Aschei. Ingeniero en Automatización y Control. Viajante y amante del mate, la lectura y la fotografía. A veces escribo torpemente lo que siento.