El artista lanzó “Colectivero”, una canción crítica que analiza la realidad del trabajador argentino en su rutina diaria. Dialogamos con Ezequiel sobre el single y su devenir como artista.

  • Reportaje y texto: Julián Retamozo 

Dueño de una pluma ácida y crítica como pocas, Ezequiel Guebel vuelve al ruedo con “Colectivero”, su nuevo single. Una canción que analiza la dura realidad diaria del trabajador argentino desde el punto de vista de otro trabajador, en este caso, el chofer de colectivo.

Charlamos con Ezequiel sobre “Colectivero” y la construcción de una carrera artística que lo llevó desde ser alumno de Botafogo y tocar para Yulie Ruth hasta grabar discos con bandas como Torino ‘72, La Ponderosa y Harlem Shuffle forjando a su vez la picardía del bluesmen.

Comentame un poquito sobre “Colectivero”…

EG: “Colectivero” habla un poco de la realidad del trabajador argentino. El que se levanta temprano, tiene toda su jornada de laburo. Relata un poco cuando termina la jornada y querés volver a tu casa porque ya estás re cansado y todo lo que sucede arriba de un colectivo. Lo hago a través de los ojos del colectivero y todo lo que sucede en el camino. Siempre es una gran aventura porque no sabes con qué te vas a encontrar (risas). Una cosa que noto mucho es que cuando la gente termina de trabajar y vuelve a su casa, quiere aprovechar las 3 horas que le quedan del día. Se quiere resetear la cabeza y usarla para algo que quiera hacer. Exprimir el tiempo, que quede resto para algo más. Por ejemplo, en una parte de la letra dice “Saltea el piquete del puente Pueyrredón y después en Plaza de Mayo que nos ayude Dios”. Nos puede pasar cualquier cosa. Siempre hay un problema y en realidad el laburante termina perdiendo siempre. 

Siempre  le pones cierta ironía a tus canciones y también vas haciendo un análisis de todo lo que sufre el obrero argentino…

EG: Esa chispa la tomé de La Mississippi porque me gusta mucho como escribe Tapia. Ricardo Tapia me parece un genio, tiene esa cosa del chiste. Sabes que en el último verso viene el remate que hace que la canción tenga cierta gracia. Con altura, como un chiste bien contado. Es reírse de la desgracia también. Cuando uno se empieza a reír de la desgracia, propia y ajena de su círculo, también es una forma de distorsionar un poco la realidad y sobrevivir para no deprimirse. Veo que venimos de un montón de años de grietas y al final siempre estamos mal. Yo no me pongo la camiseta de nadie porque para mí son todos sátrapas. Hay que darse cuenta, abrir los ojos de cómo funciona la cosa.

Hay como un hecho fundacional en tu música: el año 1995.

EG: Sí, es el punto de partida. 1995 es la llegada de los Stones a Argentina por primera vez. Los Stones los y los ratones fueron las primeras bandas que me gustan muchísimo y además fue mi primer contacto con la guitarra. Gracias a ellos me empecé a copar con el rock and roll y empecé a estudiar y a tocar. Eso me sirvió como puente para descubrir el blues porque era la música que también escuchaban ellos. Mi primer acercamiento al blues fue a través de los Rolling Stones y mi primer acercamiento a los Rolling Stones fue a través de los ratones. Cada uno me fue abriendo la puerta a otras cosas, fue la génesis. Uno empieza a hacer un una búsqueda hacia atrás. Como que la música moderna para mí es de 1980 hasta hoy 2024. Y lo que escucho actual son bandas que remiten a los 70, a los 60. Yo creo que España, por ejemplo, tiene otro tipo de infraestructura económica y los artistas de allá tienen acceso obviamente a otro tipo de realidad desde el equipamiento, instrumentos, el poder bancar una gira. Sería como Argentina en los 90 cuando estaba el uno a uno, más allá de todo lo malo que ya sabemos que fue el menemismo. Los artistas que pudieron aprovecharlo fueron los que pudieron dar el último batacazo del rock nacional. Para mí, la última banda de rock and roll fue Viejas Locas, que agarró el último coletazo de lo de la convertibilidad. Vos fijate que los tres discos de Viejas Locas fueron grabados hasta el 2000, justo antes de que todo se vaya al carajo. También es estar en el momento justo, porque si esperaban uno o dos años más, quizás se hubieran separado. Fijate que en el último disco ellos trajeron un productor de afuera, lo mismo hacía Fito Páez, el tipo que tiene el disco más vendido del rock argentino. Los discos se miden a la distancia. Cuando pasan 20 o 30 años y el disco sigue pegando igual quiere decir que está bien hecho

En el devenir de tu carrera también has tocado con gente Botafogo (que aparece también en Mesías) ¿Qué experiencia o enseñanza le pudieron inculcar a tu música y a tu carrera?

EG: Y mira, a Botafogo lo admiro muchísimo, lo tengo como un referente. Para mí Botafogo es, vamos a decirlo, un artista. Hay mucha gente que puede ser música, pero otra cosa muy distinta es ser un artista. Que toques un instrumento no te convierte en artista. Sos un músico. Ahora Botafogo es un artista: aparte de tocar la viola como los dioses, el chabón es un artista. Y lo que más me gusta es que es una persona muy valiente porque nunca se calla la boca. De hecho, perdió mucha gente por sus opiniones políticas. Pero también un poco relacionado con lo que te decía antes: venimos de muchos años de grietas donde no hay tolerancia para la opinión del que piensa distinto. Yo puedo ser amigo tuyo y pensar distinto. Aparte Botafogo es un trabajador, no para de hacer obra. Para mí es el músico más importante de Argentina por todo lo que implica: porque tiene un montón de discos editados, tiene libros, tocó en los cinco continentes… Eso me enseña el chabón: a tener constancia, disciplina. Nunca bajar los brazos, estudiar y hacer. Él enseña con el ejemplo me parece.

En todas las bandas donde estuviste siempre plantaste bandera, bien sea a través de las letras o en lo musical…

EG: Siempre traté de mantener una línea o una coherencia, ya sea como invitado, músico estable o como fundador. Incluso hay mucha gente que escucha el último disco de La Ponderosa, Entero (donde grabé guitarras) y me dice “Cómo se nota que en ese disco estás vos, porque la guitarra suena así”. Y después, bueno, Harlem fue también una vorágine tremenda de shows. Fueron tres años de tocar en vivo por todos lados y grabamos dos discos (el segundo con más producción que el primero). Harlem fue tan intenso que tres años de Harlem fueron como 10 o 15 con cualquier otra banda. Lo que pasó en ese momento es que coincidió con el boom de la cervecerías artesanales y se empezaron a abrir cervecerías artesanales por todos lados. Esa circunstancia nos generó bastante laburo hasta que la economía empezó a caer en picada. Con Harlem primero íbamos con la banda entera y había un cachet para cada uno. Después el cachet empezó a ser cada vez más chiquito hasta que ya no podíamos ir todos. Terminamos tocando en modo acústico, con menos músicos y en el último tiempo ya tenías que ir solo. También hay muchas bandas solistas por el tema de la economía. No es porque a los músicos no nos guste tocar en banda. No pasa por ahí, sino porque la situación económica hace que una banda sea insostenible.

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