Sergio Chouza, Coordinador de la Licenciatura en Economía y Coordinador Técnico del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda, dialogó con Prisma Contenidos en una nota sin desperdicios. El eje central fue la crítica situación que atraviesa la educación superior de gestión pública y, en torno a ella, un entramado de causas y consecuencias. Una mirada de lo que acontece e incertidumbre sobre lo que sucederá.
- Reportaje, fotografía, edición de audio y voz en off: Julián Retamozo
- Texto: Ivana Nitti
Hay un claro quite de “empuje” hacia las universidades nuevas, las del Conurbano y las de la camada de la década del ‘90, sostuvo con firmeza el Licenciado Sergio Chouza. ¿Las causas? Quizás puedan encontrarse en un sesgo ideológico porque, claro está, “si vos te ponés en duda si era necesario abrirlas, entonces es posible que después no las apoyes tanto.”
De la entrevista se subraya el análisis del coordinador del Observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV, desde lo macroeconómico a lo microeconómico, una retracción económica general de los 3 años de gobierno de Cambiemos. 2 fueron de rotundo distribución negativa del ingreso y 2017 fue de “neutral paridad”.
Y, en medio de este contexto macro negativo, con una inflación que supera ampliamente el presupuesto asignado y aprobado por el Congreso el pasado año, el sistema universitario, como actor de la educación de gestión pública, se ve perjudicado. Según el informe del Observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV (al cual pertenece e integra Sergio Chouza), pone de manifiesto el retraso en el pago de salarios, la subejecución de algunas partidas y la nula mejoría de la paritaria docente universitaria, entre otros ejes.
Sobre las perspectivas del próximo año, en lo que refiere al presupuesto asignado a la educación (y destinado a ella), a las partidas asignadas a las universidades (que es menos del 1% del presupuesto nacional), se agrega un año de ajuste por los compromisos contraídos con el Fondo Monetario Internacional, según el Licenciado en Economía Sergio Chouza.
A 100 años de la reforma universitaria, ¿cómo ves la situación de la educación universitaria?
Me pongo a analizarlo desde lo más hacia lo menos. Hoy en día, el debate que se debe el sistema universitario y en general toda la institucionalidad de la administración económica es pensar la Universidad en términos de su financiamiento. No hay modelo integral de Universidad, hipótesis de crecimiento en sentido federal de ampliación y de universalización si no es financiado con presupuesto. Para eso, lo mejor que podés hacer como Estado es institucionalizarlo. Dejarlo asentado, plasmar un número y que se respete. Que sea por medio de una ley, de forma tal que no dependa de los vaivenes del día a día de la economía. Hoy en día tenemos la Ley de Financiamiento Educativo sobre todo el sistema educativo que establece un piso del 6% para el sistema en su conjunto, pero dentro de eso la cola de ratón se la lleva el sistema universitario que actualmente tiene una asignación en torno al 0,5% del PBI. Todas estas medidas son en torno a la producción global de la economía. Y eso en los últimos años perdió peso porque otras partidas tuvieron mayor participación y sobre todo porque el efecto inflacionario licuó parte de los presupuestos asociados al sistema. Entonces, cuando me consultan sobre el estado de la Educación Superior, creo que el siguiente debate en términos estructurales es que la clase política debata una ley de financiamiento que incluya un segmento separado para el sistema universitario tal que se establezca un umbral mínimo que se respete y que implique una cuota presupuestaria fija para todo el sistema. Hoy uno de los proyectos que están en boga establece un 8%, o sea, subir la cuota para la educación primaria y secundaria y reservar un 2% solamente para el sistema universitario. Eso subiría un poquito la vara respecto a donde estamos actualmente y aparte le daría cierta estabilidad. Porque si tenés que destinar un 2% de la torta, eso necesariamente dialoga con el resto de las partidas: el pago de los intereses de la deuda, seguridad interior y defensa, absolutamente todas las partidas. Esa es una cuestión primordial.
La otra es un énfasis más desde lo político, de los objetivos de una determinada administración. En ese sentido, me parece que hay un perfil meritocrático marcado en el oficialismo actual. Quizás uno de los rasgos más evidentes me parece es lo que se vivió con el sistema de becas. Teníamos un sistema de becas que era flojo desde el punto de vista de la asignación, en cuánto era el estipendio que se destinaba a cada estudiante. No era solamente designado al sistema universitario, era más amplio para la terminación de los estudios secundarios que era el Plan PROGRESAR, no era beca. Pero tendía a la universalización. Su filosofía, su objetivo en última instancia era universalizar el acceso a ese estipendio mínimo para que los pibes se costearan viáticos por lo menos. Muchas provincias no tienen el boleto estudiantil como tenemos desde el año pasado (que se empezó a implementar) en Buenos Aires. Además servía cubrir algún gasto de fotocopia. Hoy en día, eso se mutó a un esquema meritocrático. Ahora sí se llaman “Becas PROGRESAR”. Fueron actualizadas en cuanto al monto, pero establecen una serie de criterios tales que si el alumno/a no los cumple, se les quita el estipendio. Ese es uno de los rasgos que yo veo como más evidente pero se materializa en muchos otros rasgos más y me parece que son sintomáticos de hacia dónde va mutando el sistema.
Otro de los rasgos podría ser la quita del “empuje” (porque cuota presupuestaria siguen teniendo todas las Universidades). Antes había un empuje mayúsculo hacia las Universidades nuevas, las del Conurbano y las de la década del ’90. Ahora eso tendió a diluirse. Se igualó. Son Universidades que forman parte del sistema, pero ese “envión” que se les estaba dando porque ampliaban su oferta en un crecimiento inicial dejó de estar. Con lo cual, me parece que hay una mutación muy grande en el énfasis que pone la política sobre el sistema universitario.
La situación, cuanto a financiamiento, ahora depende de la economía. Se están viendo reclamos en las Universidades quizás más nuevas como las del Conurbano (principalmente la UNAJ y la UNQ) ¿Por qué creés que son las más afectadas?
Son las más afectadas porque primero es más difícil estimar sus recursos. Cuando vos estás en una posición estacionaria, estabilizada en materia de tu estructura (docentes, no docentes e infraestructura) es mucho más fácil hacer una previsión de gastos y de recursos. Imaginate a la Universidad de Córdoba tiene 400 años y a la UBA que tiene más de 100 años. Son Universidades que siguen ampliando su oferta académica, su acervo de cursos, de planta docente y no docente pero a una velocidad vegetativa, como si fuera el crecimiento de la población en Argentina (que crece, pero vos podés trazar un pronóstico de cómo va a crecer). En las Universidades jóvenes y en crecimiento como las conocidas como “del Conurbano”, las que surgieron en este siglo, toda la camada de la década del ’90, son Universidades que amplían a una velocidad mayor su oferta académica y por ende, toda su dotación de recursos humanos, personal, edificios, etc. Esta Universidad misma (UNDAV) está construyendo un edificio con un crédito de la Corporación Andina de Fomento. Ahí tenés una hipótesis de pleno crecimiento de infraestructura, con lo cual ahí hay una cuestión que hay que analizar. No es comparable una situación con la otra. No es comparable la situación de las Universidades tradicionales desde lo presupuestario, lo económico que las nuevas Universidades. Eso necesariamente implica un condimento que hay que poner en juego. Cuando vos calculás un presupuesto para el conjunto del sistema, tenés que tener un umbral de flexibilidad para ajustar en caso de estas nuevas Universidades por este contexto que las diferencia.
Y después, yo creo que hay que incorporar el componente político sobre la mirada, el sesgo ideológico, digamos, la matriz de preferencia del actual oficialismo. En el cual, aparejado a este quite de envión a las nuevas universidades para territorializar mucho más (federalizar en muchos casos) y para descomprimir la oferta académica, me parece que el oficialismo tiene otra mirada. Una mirada más cercana a la que expresó el presidente, ¿por qué hay tantas universidades?, ¿es necesario tener tantas universidades? Eso me parece muy importante. Y si vos te ponés en duda si era necesario abrirlas, entonces es posible que después no las apoyes tanto. No las cierres, porque por suerte me parece impensada una hipótesis en la cual se avance tanto en el desfinanciamiento al punto tal que se ponga en jaque su funcionamiento. Y la gobernadora Vidal menciona lo mismo, va en la misma dirección en términos de preguntarse si los chicos que tienen una situación compleja a la hora de sobrellevar sus estudios primarios y secundarios, sectores de menores recursos o populares, no necesariamente van a llegar a las universidades. Cosa que también me parece que parte de una visión ideológica muy marcada y errónea desde lo práctico, desde lo que nosotros vemos en el día a día.
Con respecto a las declaraciones de la gobernadora Vidal, ¿creés que forma parte del pensamiento de cierto sector de la población?
Sí, desde ya tiene anclaje en muchos sectores que se sienten afines a una visión mucho más liberal, meritocrática en un sentido un poco tosco, superficial de la palabra. Yo, desde lo ideológico, no me siento muy ajeno al virtuosismo de la meritocracia. Se puede concebir desde una mirada virtuosa o desde una mirada viciada de falacias, por la galerie, superficial. Me parece que la meritocracia concebida por los sectores con pensamiento más neoliberal en lo económico pero también en lo político tiene anclaje en una parte de la población. Es la que, de alguna forma, alimenta a un núcleo duro de confianza en el plano electoral y también interpela, hace mella y encuentra rebote en otros sectores que tal vez no tengan una postura ideológica electoral muy marcada pero pueden ser permeables a cierto discurso de sentido común que después cuando no se lo mastica del todo, no se lo sofística del todo, te puede llegar a pernear.
Después me parece que hay una suerte de cerco mediático donde algún tipo de declaración que para algún sector que se pueda reconocer en una mirada progresista, de centro izquierda, por ahí producto de ese cerco mediático no accede a ciertas posturas que son un poco polémicas. No se entera, o le llegan un poco distorsionadas. Yo no sé qué porcentaje de la población terminó enterándose de estas declaraciones de Vidal, con lo cual me parece que ese condimento también hay que ponerlo en el tapete.
Yo creo que en parte sí tiene anclaje en un segmento de la población (como todo en la sociedad está segmentado en muchas porciones). Hay un núcleo duro que se siente fuertemente interpelado por esa postura desde lo ideológico.
En la Universidad de Quilmes, de donde venimos nosotros, muchos somos hijos de obreros. En ese sentido, y teniendo en cuenta el contexto de las universidades del Conurbano, ¿Cuál es el impacto que ha tenido la instalación de Casas de Altos Estudios en esta zona?
Tiene impacto en 2 sentidos para mí. Uno es el directo: la transformación de la vida de las y los estudiantes en términos de acceso a capacidades. Es un vehículo de mejora desde el punto de vista socioeconómico directo para las chicas y los chicos que logran el acceso a la educación superior. Es un vehículo. Te lleva, te transita desde un estado, desde una condición inicial desde lo socioeconómico que vos traías en tu familia hacia otra. Y diferentes estudios académicos marcan que es muy significativo ese vehículo. Te moviliza en promedio. Siempre a algunos los deja estáticos, a otros los moviliza hasta un estrato muy superior y a otros los moviliza en el medio. Pero en términos de significatividad estadística, es un efecto movilizador directo muy importante sobre las realidades económicas de las chicas y los chicos.
Eso es un poco desde la trayectoria individual de las personas. Y es independiente, transversal a todas las condiciones iniciales que traían esas chicas y chicos. Es un factor dinamizador tanto para los que venían de segmentos medios-altos, como medios-medios, medios-bajos, incluso de las clases bajas. Se convalida estadísticamente lo que dice la gobernadora que en promedio tienen menos acceso. Sí, está claro que el primer y el segundo decil tienen menos acceso en promedio, pero no es que es nulo. Son menos, pero los hay. Eso es importante marcarlo.
Tienen un mayor impacto en los estratos más bajos por una cuestión lógica de recorrido: si vos venís de una clase media-alta, tu posición y la de tu futura familia va a ser un poquito mejor (o mejorar dentro de ese estrato). Te podés mover incluso a los estamentos altos-altos (es el 1% de la población) o podés quedarte donde estás. Ahora, si partís desde el primer decil de la distribución del ingreso, te podés mover al segundo decil, al tercero, al cuarto, al quinto… Difícilmente te muevas a ese 1%, pero el efecto empuje es mayor.
También hay un efecto que es colectivo, que no es menor, es muy considerable y hay que incluir. Eso también va en 2 direcciones. Una es en términos de lo que en economía llamamos “Bienestar Social”: una cualificación mayor de las diferentes disciplinas de la vida social. Algunas más relativas a las Ciencias Exactas, otras a las Ciencias Sociales, la Ingeniería, la Biología, la Medicina, pasando por la Economía que está ahí en el medio (es la más social de las ciencias duras), hasta la Antropología, la Sociología, la Comunicación, etc. Todo el espectro, lo que genera cuando se maximiza el acceso de la cantidad de chicas y chicos a la difusión del conocimiento científico es que mejora el bienestar social de la población.
A mayor grado de educación… ahí incluimos lo universitario dentro de un conjunto más amplio que podría incluir lo técnico no universitario, a la cualificación no estructurada (o estructurada pero no certificada). Realización de cursos, especialización en lo que sea, pero que te doten de un conocimiento pero que no necesariamente sea validado por CONEAU. Cuánto influye en las perspectivas de crecimiento económico y de mejora en el desarrollo económico que tus jóvenes tengan acceso a la educación superior.
Y por último, los efectos de derrame sobre los lugares específicos donde están insertas las universidades que también no es un factor menor. Incide más en lo microeconómico que en lo macroeconómico (si bien lo macro lo podemos pensar como una agregación de lo micro, pero también hay que considerarlo). Entonces, todo el derrame positivo que se genera por el emplazamiento de una universidad en un territorio, es un efecto dinamizador también sobre la actividad de ese barrio, de esa localidad. Acá lo vemos muy a las claras: los edificios nuevos que van brotando de las universidades del Conurbano. Cuando vos ponés un edificio nuevo o una sede nueva, lo que se genera es que enfrente surge un kiosco, en la esquina un restaurante y el barrio mejora porque mejora la iluminación. Se dinamiza la economía barrial, genera puestos de trabajos directos e indirectos y mejora la calidad de vida en general del sector donde está emplazada. No solamente en términos económicos, sino también en términos de desarrollo más amplios. Genera eslabonamientos, un circuito simbiótico positivo entre lo institucional. Ese es un tercer factor que hay que tener en cuenta.
Hace un momento hablabas de falta de envión, ¿en que se traduce en los números?
Estamos teniendo un año que va a cerrar con una retracción económica general. En los últimos 3 años, desde el cambio de régimen económico de fines de 2015-inicios de 2016, tuvimos 2 de los 3 años con caída de la actividad. 2017 fue de leve recuperación, fue el único año donde hubo una mejora y eso incide no solamente en los números fríos de la economía sino en la realidad socioeconómica de la enorme mayoría de la población. Porque además de tratarse de una caída macroeconómica, se trata de un deterioro en la distribución del ingreso. Incluso podríamos ser más extremos en el argumento: de los 3 años después del cambio de gobierno, 2 fueron de rotunda distribución regresiva del ingreso y 2017 fue de virtual paridad. Con lo cual, a nivel macroeconómico, no estamos en un contexto beneficioso. Eso desde ya dialoga con la realidad universitaria, no está deslindado. El hecho de que el presupuesto para todo el sistema educativo en general, pero para el subsistema de la educación universitaria tenga un deterioro, una caída en términos reales (comparada con la inflación, con otras partidas, con el PBI, con el ingreso del Tesoro Nacional). Con lo cual, está claro que hay un efecto adicional en el cual se retroalimenta la caída de la actividad como un todo con la realidad de los diferentes actores que forman el sistema universitario.
Entonces, vos tenés un crecimiento de matrícula por ampliación de oferta académica pero después un grado de deserción que es mayor comparado a otros períodos históricos. Porque muchos chicos y chicas tienen la intención de iniciar y sostener sus estudios pero en el medio del cuatrimestre se encuentran con que en su trabajo tienen una endebles (si es que no lo perdieron) o tienen que hacer más horas en su trabajo porque con las horas que hacían antes no alcanza para tener un sustento para sus realidades familiares. Estamos en un contexto macro negativo.
Se habla de ajuste. ¿Creés que la educación universitaria puede ser una variable de ajuste por parte de las medidas económicas del gobierno?
Sí, desde ya. En todo sentido. Desde el punto de vista de la asignación presupuestaria, está muy en duda por otro año más. Porque este año volvió a pasar lo mismo. Parecía ser una asignación presupuestaria buena (o aceptable), pero lo que sobrevino después fue que la inflación fue superlativamente superior a la esperada. Este año vamos a cerrar con una inflación del doble de la esperada cuando se sancionó el presupuesto. Con lo cual, a falta de reasignaciones presupuestarias lo suficientemente robustas como para cubrir esa brecha, estás teniendo una licuación real.
La misma inquietud sobreviene sobre el presupuesto 2019 que se va a discutir dentro de un mes. Puede venir la mejor de las hipótesis desde el plano del espíritu del proyecto de ley de presupuesto que se eleve al Congreso, pero si de nuevo se desacopla la inflación que propone el Ejecutivo de la que realmente se va a dar en 2019 vas a volver a estar en un problema presupuestario.
Muchas universidades incluso tienen gastos que están atados al dólar. Muchas universidades tienen carreras tecnológicas o de enfermería (acá tenemos la carrera de enfermería) que utilizan insumos que están dolarizados. Bueno, hay momentos de saltos cambiarios que incluso evolucionan a otra velocidad respecto de la inflación. Este año aumentó más el dólar que la inflación. Hoy en día tenés muchos insumos que están en dólares.
Ahí entra todo el universo de lo que son los gastos de funcionamiento. Una partida muy polémica para este año fue la de gastos de funcionamiento porque las universidades tienen un gasto hundido en una proporción mayúscula (alrededor del 90%) en el pago de salarios para la planta docente y no docente. Ahora, hay un excedente (10%) para pagar todas las cuestiones que tiene que ver con el funcionamiento de las universidades (luz, gas, etc.) y para otro tipo de gastos (alguna ampliación que se quiera hacer, alguna obra de infraestructura, etc.).
Está claro que sobre el pago de salarios no podés operar mucho. Entonces en contexto de retracción presupuestaria lo que terminó pasando es que se licuaron esos gastos de funcionamiento. Además de que en los 8 meses que van del año, hubo retrasos en los desembolsos por parte del Tesoro Nacional de esos gastos de funcionamiento. Con lo cual, la situación es muy dramática.
Y en materia de insumos, esos insumos que se compran para gastos de funcionamiento, siguen más al dólar que a la inflación. Es una situación que desde lo presupuestario es muy compleja.
Eso por un lado, y por otro para cerrar la pregunta sobre las perspectivas en materia de la educación superior para el año que viene, además de lo presupuestario relativo a inflación está lo relativo a prioridades. Y la verdad que el año que viene va a ser un año de ajuste económico como fue este año y 2016 porque hay un compromiso explícito y específico con el Fondo Monetario Internacional. Es un ajuste en las partidas del gasto público, una de las cuales (no la más considerables porque aplica menos de 1% del presupuesto nacional) es el sistema universitario. Pero, cuando hay que recortar hay muchos intereses obviamente, porque vos queres sacar de un lado y te encontras con una postura reactiva de los sectores a los que queres recortar. Hubo diferentes iniciativas por parte del Poder Ejecutivo que las están viendo y las vamos a ver en el debate del presupuesto sobre cuáles van a ser las áreas de mayor recorte y cuáles no.
Una de las hipótesis es que el sistema universitario no va a ser muy privilegiado en la asignación de fondos, pese a que no mueve el amperímetro de forma mayúscula. En un contexto de retracción general de todas las partidas, es posible que venga un mordisco sobre los fondos del sistema universitario.
En el informe que elaboraron en el Observatorio, además de los retrasos en los pagos y la subejecución de algunas partidas, también se habla de la paritaria docente universitaria. ¿Cómo ves ese factor?
En términos de la paritaria docente, se está pasando una situación compleja que no es el primer año. Es el tercer año consecutivo. Hubo un primer año de mucha caída del poder adquisitivo. En el segundo, con cierto fenómeno de retroactividad, más la aplicación de la cláusula gatillo, hubo una recuperación que no llegó a cubrir la brecha del primer año. Y en este tercer año, en términos generales, es una negociación de ajustes paritarios mala. Pero en términos presupuestarios es calamitosa directamente.
Es calamitosa porque por ahora se dio un ajuste a cuenta, una cuota del 5%. Es una cuota paupérrima en términos de lo que fue la inflación del período que está (pasados 6 meses del año) en un 16%. Solamente si comparás esos números, ya tenés 11 puntos de caída. Y hace un tiempo que no se convoca a una nueva ronda de renegociación, con lo cual la última oferta firme es del 15%. Es prácticamente una burla.
La expectativa es que en la próxima convocatoria haya algo un poco más racional. A inicios de agosto, el ministro de educación se comprometió a una convocatoria de la ronda paritaria. Así que tendemos a pensar que va a estar un poquito más cerca de la racionalidad de lo que está dando este año (y lo que va a dar) en materia de inflación. No obstante, los mejores gremios (con mayor poder de negociación) todavía siguen con acuerdos 2018 en torno al 25% y siguen con la hipótesis de que su poder adquisitivo va a caer muy fuerte este año donde la inflación no se espera por debajo del 32%. Ya tenés una caída de 7 puntos aún para esos sindicatos.
Seguramente la conflictividad en todos los gremios va a seguir en lo que queda del año y se van a seguir generando nuevas intentonas de renegociación, de ajustes y de cuotas en la renegociación. Pero es muy difícil pensar que 2018 va a cerrar a la par de la inflación y se va a recuperar lo perdido en este año.
Por último, ¿Cómo auguras el 2019 en materia de matrícula de estudiantes y en materia económica?
En términos de matrícula, vos tenés realidades muy disímiles. Una signada por aspectos territoriales, aspectos que hacen a la oferta académica. Aspectos que hacen a la modalidad de cursada, estamos teniendo una mutación entre las modalidades de cursadas tradicionales y las modalidades a distancia que siguen ganando terreno (cada vez más). Hay muchos factores que inciden.
La antigüedad de la universidad también, como dijimos antes, las tradicionales crecen a un nivel vegetativo (algunas están estancadas o caen), pero las que son más jóvenes en los últimos 10, 20, 30 años crecen a mayor velocidad. Tenés realidades muy heterogéneas. Lo que sí me parece una regularidad, que es una realidad muy efectiva, palpable, materializable, es el aspecto de la retención. Transversalmente todas están teniendo muchos problemas con la retención de matrícula. Sobretodo en el primer año que es un umbral definitivo, en el cual cuando los alumnos superan ese primer año, la tasa de retención aumenta poderosísimamente. El primer año es el corte, no solamente para las universidades que tienen esquemas diferenciado para ese primer año (como la UBA con el CBC), es para todas. Porque el primer año es un cimbronazo muy importante en el cual el tránsito entre la vida no académica o la educación secundaria (u otro tipo de modalidad de educación) versus la educación universitaria es un tránsito complicado. Traspasado por un contexto socioeconómico y sociolaboral que agrega un condimento extra de complejidad. Por lo cual, las tasas de retención de ese primer año no son las mismas de 2015, 2015 ni en otros años previos.
Me parece que el mayor desafío del sistema (lo podemos ver acá cuando hablamos con los estrategas de secretarías académicas) es ese: generar estrategias para la retención en la medida de lo posible. Porque no pueden influir en la vida de los estudiantes si logran tener trabajo o los despiden de su ocupación laboral. O si tienen que salir a buscar trabajos desesperados porque su viejo les había prometido que les podía sustentar la carrera un par de años se quedó sin trabajo. Hay efectos que a las universidades le son exógenos, otros que sí y ahí está la dificultad y el desafío a la hora de trazar estrategias.
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