Paula Cicogna supo construir a través de la fotografía la relación entre Gustavo Cerati y sus fans de toda Latinoamérica en sus últimos años de vida. Prisma charló con la fotógrafa sobre el proyecto y la importancia del rol del fan.

  • Reportaje y texto: Julián Retamozo

La puerta de un hospital. Un ídolo que marcó generaciones con su arte y miles de personas en vela devolviéndole por un instante tanta satisfacción obtenida a lo largo de los años. Gente que se desprende de su rutina sólo para dejar un mensaje de amor al artífice de la banda de sonido de su vida. De la de miles a lo largo y a lo ancho de todo un continente.

Paula Cicogna decidió retratar tanto amor en su relato fotográfico “CERATIALMAS”. Apelando a su propio pasado (y también presente) como fan de Soda Stereo, la fotógrafa sintió “la necesidad de documentar y contar cómo personas de toda América Latina acompañaron a su ídolo durante tantos años, cómo se gestó ese proceso amoroso entre lxs fans, Gustavo y su familia”.

Prisma dialogó con Pau sobre el proyecto y la puesta en valor de un personaje indispensable: el fan.

¿Cómo surgió CERATIALMAS?

PC: Bueno, como todo proyecto, tuvo varias etapas. Primero fueron sólo algunas fotos por esa necesidad de documentar todo lo que estaba pasando en el frente de la clínica donde estaba internado Cerati. Fans de todas las provincias argentinas, de distintas ciudades y países de América Latina, iban y dejaban mensajes, cartas de amor, dibujos… Y yo pensaba “Tengo que sacarle fotos a esto, no puedo dejar que pase”. Aparte era muy conmovedor, porque seguían llegando mensajitos a esa pared gigante. Después hubo una segunda etapa en donde “Bueno, tenemos un montón de fotos, ¿qué hacemos con esto? ¿las guardamos en el placard o les damos alguna forma y las compartimos con el resto del mundo?”. Lo lindo de crear es también esto: “Qué bueno, me alegraste el día”. En la segunda etapa le di un formato para que sea mostrable y que resuma la cantidad de años de imágenes recolectadas en ese lugar. 

 

 

Aparte, estamos hablando de una persona cuyo arte no sólo marcó a generaciones de argentinos, sino también de latinoamericanos…

PC: ¡Tal cual! Porque, como puse en el texto, era tratar de contar con palabras algo que llegó y que te sigue llegando. Hoy en día paso por esa pared y sigue habiendo mensajes. No del estilo “papel escrito” como los hubo, pero sí mensajes escritos. Entonces, cuando uno adora la música o al artista (en el fan ocurren esas 2 cosas al mismo tiempo), a menos que te pelees y dejes de escuchar esa banda por tal o cual cosa, tantos años después todavía sigue latiendo algo. 

En tu caso, ¿cómo te interpela la obra de Soda y de Gustavo?

PC: Yo soy muy fan de Soda, desde mi adolescencia. Me acompañó mucho. Siempre me pregunto “¿Por qué las bandas que te conmueven son las de la adolescencia?” Después podés ir escuchando otras cosas, pero esas son las que están bien adentro del corazón y te alegran un día bajón. También retomé todo ese amor por Soda de tantos años que radio que hice aportando desde revistas, noticias… Cuestiones que fui descubriendo con esta investigación que hice para el relato. Me di cuenta que tenía recolectadas un montón de cosas, posters, recortes… Fue rearmar mi propia historia como fan.

Rodrigo Manigot habla en una de sus canciones de “la banda de sonido de tu vida”. Uno a los 20 no le da tanta importancia, pero con el pasar del tiempo, queda el recuerdo no sólo de la música sino también de lo que te genera…

PC: Todos esos recuerdos que te trae, dónde estuviste, con quién estuviste o por todas las situaciones que pasaste (que en mi caso fueron buenas). Por suerte no tengo la caja del ex, están siempre en las cajitas buenas (risas). Aparte los recitales, más ahora que están los shows sin Cerati. Recordar esos River… Incluso cuando fue el terremoto en Chile que Gustavo tocó gratis en Figueroa Alcorta y Pampa. A mí me late más el corazón yendo a recitales. Me parece que si te gusta una banda, no tenés que dejar de estar ahí con ellos coreando, saltando y bailando su música.

 

 

Aparte, es un arduo trabajo de curación y de selección. ¿Cómo fue ese proceso?

PC: Fue duro. Por suerte la hice en forma colectiva, porque si lo hubiese hecho sola, quedaban todas (risas). Son cuestiones de coherencia, de espacio y edición. Una fue en el taller de Eduardo Longoni con mis compañeros del taller. Recuerdo ver todas las fotos tal como el tema de Divididos “40 dibujos ahí en el piso”… pero acá eran muchas más. Estaban ahí y decía “Bueno, a ver ¿qué hacemos con esto?”. Obviamente las que pegan más o las que pueden tener una coherencia y dialogan con. Pero también es muy difícil. También hablé con Florencia Blanco en su taller, con amigas fotógrafas. Con Carla Thompson, María Marta Tropiano, quien con esa mirada con amor, pero inquisidora me decía “Esta no, no va”. También tuve el honor de que lo revisara Silvia Mangialardi, un pilar de la fotografía argentina.

Y una vez que fue lanzado, ¿cuáles fueron las repercusiones? ¿Pudiste mostrárselo a Lilian Clark?

PC: Aún no. Es algo que necesito hacer, porque en una de las fotos, alguien dejó la foto de Gustavo con Lilian. Yo la saqué tiempo después cuando esa foto estaba desgastada y se notaba que había pasado tiempo en esa pared. Era como una historia en sí misma. Todavía no pude, pero tengo la esperanza de que lo voy a lograr. Y en cuanto a repercusiones, fueron todas muy lindas. Me escribieron desde Uruguay, Chile y obviamente también de Argentina. Siempre con ese cariño del fan: “Che, qué buen trabajo, gracias por haberte tomado el tiempo para hacer esto”. También me tocó que me entreviste algún fan. Hasta ahora fueron todas lindas palabras y gestos.

 

 

Muchos músicos, incluso algunos que uno pensaría que están muy ajenos al género de Soda, nos han dicho que la música de Soda no sólo está latente en la cultura popular, sino que también pasa por el corazón…

PC: ¡Tal cual! Porque hay muchísimas canciones que han influido e influyen todavía en las bandas, que quizás las reconoces por el virtuosismo o por qué bien toca tal o cual. Pero me parece que estas bandas que nos acompañaron en este re-hacer democrático tienen un plus. Hay gente que ni había nacido o era muy chica (como yo en ese momento), pero ese sentimiento de libertad que tuvieron los que ahora tienen alrededor de 50 años luego de vivir encerrados, sin poder ir a un recital, sin poder siquiera asomarse a la calle y luego poder ir a bailar y reírse… Porque a Soda siempre la tildaron como una banda superficial con letras pop. Pero si vos te ponés a pensar en el contexto (como también pasó en España), la necesidad de reírse, bailar, pensar en otras cosas, ellos ayudaban (aunque no lo decían explícitamente) a reconstruir el tejido social. Creo que todas las bandas de esa época, más allá del glamour que le pusieron a los ‘80, se ganaron nuestro corazón al habernos ayudado a salir de esa época tan oscura. 

¿Cuál es la reflexión final, ya pasado el tiempo, que te merece este trabajo?

PC: Me parece que la música está viva en todos los que la disfrutamos y a veces, el rol de los y las fans no está visible. Y no lo digo desde el lugar estereotipado de las personas que persiguen a los artistas en los aeropuertos, hoteles y van a ver cómo viven. Lo digo desde este amor de llevar esa música a todas las situaciones de tu vida. O a las más importantes. Me parece que lo que hace este trabajo es rescatar y apelar a ese sentimiento y a ese patrimonio intangible que quizás no se ve y que hace también a la música. Porque me parece que la música, tal como pasa con alguien que comunica, sin alguien que esté leyendo lo que escribe o escuchando lo que dice, está incompleta. Falta ese alguien que le da sabor. Parafraseando a los Stones, es un rescate emotivo.

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