Músicos y abogados, Estaban Agatiello y Margarita Lambertini editaron “La industria de la Música” donde brindan información y herramientas para que el músico independiente pueda desarrollarse en el mercado.

  • Reportaje y texto: Julián Retamozo

Luego de muchos años dentro de la Industria de la Música, Esteban Agatiello y Margarita Lambertini,músicos y abogados especialistas en el negocio de la música, editan su primer libro a través de Serial Editorial. En él, ambos abordan temáticas claves para el desarrollo de la carrera de todo músico dentro del contexto de la industria musical.

El texto surge a partir de las capacitaciones que ambos letrados vienen dando hace muchos años a fin de que el músico independiente pueda conocer mejor los detalles del mercado y sus personajes (managers, productores, directores de sellos discográficos, de editoriales musicales, etc) a fin de proteger mejor su obra y cuidar el desarrollo de su carrera sin ceder derechos. 

Dialogamos con Esteban Agatiello sobre el libro y las problemáticas más comunes que enfrentan quienes deciden tomar un instrumento y hacerse camino con su arte en esta industria.

¿Cómo surgió la idea del libro?

EA: Nosotros venimos dando capacitaciones, cursos y charlas desde hace muchos años. Sabemos que no podemos llegar a todos, es muy difícil. Nuestra idea fue, además de la presencialidad y la virtualidad, hacer un libro. Creíamos que era algo que podía ser leído por mucha gente, algo de fácil lectura. Era un modo de acercarse a la gente, que pueda tener por escrito lo que nosotros dijimos. Después estuvo todo el proceso nuestro de poner por escrito lo que uno dice.

Hay un cierto mito que dice que el músico no está muy al tanto de temas legales, ¿vos cómo ves al músico hoy por hoy?

EA: Es una cuestión pendiente que como actividad nos tenemos que plantear, porque siempre hay un chico o una chica que a los 15 años decide agarrar un instrumento y probar con su computadora para empezar a crear sus primeras canciones. Es fundamental que desarrollemos la capacitación para que no pase lo de Paulo Londra. Queremos curarlo en el antes y no tener que resolverlo después. Margarita Lambertini y yo tomamos una actitud siempre preventiva. Enseñando. Primero capacitemos para que no se generen esas situaciones. Para que todos los ámbitos sean positivos y no encontremos dificultades o bajar las probabilidades de ellas. Prevengamos antes de tener que dar el remedio. El objetivo es que no se tenga la enfermedad. La actividad jurídica tiene la lógica de “hacer después”.

¿Cuáles son las problemáticas más frecuentes que solés escuchar?

EA: La problemática más frecuente es desconocer los derechos. No conocer que hay derechos intelectuales, no saber que está el derecho de autor, de intérprete, de productor fonográfico… Eso lleva a, por ejemplo, tomar malas decisiones en relación a la distribución de la música digital. Hoy por hoy, un músico firma un contrato rápidamente porque quiere que su música esté en Spotify y en las demás plataformas. Ahí ya hay que combinar con distintas distribuidoras digitales donde justamente la cuestión es no ceder derechos, porque muchas veces se firman contratos con lógicas de otros países donde sí se pierden derechos. Por ejemplo, está la lógica del copyright que es distinta a la que tenemos en nuestro país y que hace que uno pueda ceder parte de su música y perder sus derechos intelectuales. El objetivo es que eso no ocurra.

Esteban Agatiello, músico integrante de Richter y abogado, co-autor de «La Industria de la Música»

Antes, para poder editar su trabajo, el músico tenía que firmar sí o sí con una compañía. Ahora se le agregan las plataformas digitales. Son 2 actores con los que el músico tiene que lidiar cotidianamente…

EA: Nosotros tuvimos primero un proceso en donde no había forma de grabar si no era a través de una compañía discográfica. Como decía Charly García, “era más fácil ver un ovni que un estudio de grabación”, porque esos estudios estaban concentrados en compañías muy precisas y sino, no llegabas a grabar. Después vino una etapa donde la tecnología se puso al alcance de la mano de muchísimos músicos y lo que terminó ocurriendo es que ya se podía grabar. Tal vez no en las mejores condiciones, pero se podía tener una grabación masomenos prolija. Y si bien eso se puede, está el tema de la distribución. Ahí entran las distribuidoras digitales y demás. En un primer momento, las distribuidoras digitales se quedaron solamente en su rol de distribuidoras digitales. Eso fue muy bueno porque permitió que se pudiera acercar la música. Lo cual no quiere decir que la gente escuche tu música, pero al menos la tiene a un click de distancia. Eso duró poco tiempo. Las distribuidoras ahora se reconvirtieron y generaron una especie de sello donde tal vez el músico que ignora que está pasando con su música termina firmando un contrato donde no sólo su música termina en Spotify, sino además termina perdiendo algunos derechos. Ahí empiezan los problemas. Eso es lo que nos estamos encontrando ahora: muchos músicos y músicas terminan firmando un contrato que no es lo que pensaban. Porque era lógico lo que ellos esperaban firmar, pero al no leer y no comprender sobre esta cuestión, en definitiva estaba cediendo mucho más de lo que estaba pensando ceder. Hay que reeducar, porque las cosas están cambiando mucho más rápido que antes, pero no a nivel tecnológico. El problema es cómo se arma y se desarma el negocio. Ahí es donde el que no está avezado o viviendo el día a día de todo esto puede cometer estos errores.

¿Creés que el caso de Paulo Londra marcó un paradigma en la relación entre el músico y las compañías?

EA: Tocaste un tema bastante complejo. Nos ha pasado que hay ciertos géneros musicales que, vaya a saber por qué, se sienten afuera de determinadas cuestiones. Nos ha pasado hace un tiempo con cierta música clásica, con la música electrónica. Y nos ha pasado en el último tiempo con la música urbana. No se sentían cómodos, nos decían “Esto no es para mí”. Bueno, esto es para todos los géneros musicales. A partir de lo que le pasó a Paulo Londra, que lamento que le haya pasado esto, como positivo rescato que el género urbano entendió que sí tenía que replantearse esto. Que no había que firmar cualquier cosa y que esto también los implicaba a ellos. Hubo un cambio desde hace 2 o 3 años donde se empezó a tomar conciencia. Yo digo siempre que como sociedad “tenemos que ver los primeros muertos para entender que de algo nos tenemos que ocupar”. También intervino mucho el Instituto Nacional de la música con sus capacitaciones, el boca a boca (porque cada vez más gente lo sabe). Lo positivo es que hoy por hoy se tiene más conciencia que en otros años. Eso se va a tener que sostener en el tiempo. Hoy por hoy, dicho por la Dirección Nacional del Derecho de Autor, todos los años crece la cantidad de música que se registra. Eso es un buen signo y es algo que nos está diciendo que hay más toma de conciencia.

En ese sentido, ¿como ves la labor de los organismos del Estado a la hora de difundir y concientizar a los músicos?

EA: Tengo una visión no tan buena. El Instituto Nacional de la Música constituye una isla donde no hay nada. Después, el resto de los organismos consisten en alguna Secretaría de algún municipio o provincia que se interesa un poquito más. Pero son muy pocas y eso duele mucho. Duele porque no se termina de llegar a donde nosotros necesitamos que se llegue. Para que se entienda, lo digo desde un trabajo que hizo el Dr Massot, que fue el único trabajo donde se habla del impacto de las industrias culturales en el producto bruto interno de Argentina. ¿Qué quiere decir esto? Que la música, el cine, las artes plásticas y todo el conjunto de lo que se llaman “industrias creativas” hoy por hoy aproximadamente están en el 4%. Incluso supongamos que fuera el 3% donde la música, que ya sabemos todos que además está presente en las películas, en la televisión, en las obras de teatro y además está la música por sí sola. La música es transversal a muchas artes, lo cual es sumamente positivo. Asique me animo a decir que de ese 3% o 4%, si tenemos en cuenta que por lo menos un tercio es de la música, estaríamos hablando del 1% o del 1,5% del PBI. Si miramos la industria pesquera y pensamos en ciudades como Puerto Madryn, Mar del Plata o Bahía Blanca donde la pesca es una fuente importante de ingresos, vemos que sólo genera el 0,3% del PBI. La música genera entre 3 y 4 veces lo que genera la industria pesquera. Sin embargo, esa industria tiene un Instituto Nacional de la Industria Pesquera que tiene un presupuesto 30 veces mayor que el del Instituto Nacional de la Música. Entonces, como política, ningún gobierno se ha puesto a pensar en las industrias creativas como una fuente de recursos económicos. Parece que la industria está en otro lado. Nuestros gobiernos no han entendido nada. No es algo de hobby o motivacional. Porque hoy es el 4%, pero bien impulsado puede llegar a ser el 5%, el 6% y más también. Realmente es una industria que aporta y más ahora que el país necesita dólares. El músico es alguien que los trae todo el tiempo. 

La industria de la música también involucra a actores como SADAIC y CAPIF y el músico a veces no sabe cómo lidiar con ellos…

EA: ¡Absolutamente! Además da de comer a mucha gente. Pensá en los técnicos de sonido, de audio, de estudios, de lugares en vivo. En las peñas, los bares, los diferentes escenarios de nuestro país. En todo hay una maquinaria gigante que se mueve. Vas a un recital grande y tenés a una persona que se pone a vender chorizos, por ejemplo. Es una movilización que mueve millones y no solamente en un recital grande, porque en un show chico también hay puestos de cerveza y pizza. Es una maquinaria gigante de la que no se toma conciencia y no se toman las medidas necesarias. Además, surge de lo más lindo: de la creación. Acá nadie se está quedando con ninguna tierra, ninguna cuestión de posesión. Esta lógica que tienen muchos economistas donde la Economía es distribuir bienes escasos acá no existe. Porque si justamente hay algo que el arte no es es ser escaso. Al contrario, apunta a ser cada vez más. Es más lindo cuando hay más música. Es mejor, porque puedo escuchar más artistas y consumir más música. Acá no existe eso de “si yo compro uno, no puedo comprar el otro” como en la industria automotriz, por ejemplo. Acá podés escuchar toda la música junta todo el tiempo. Es muy positivo, porque además no hay apropiación. Yo no me quedo con nada. Al contrario, hago mi canción y aporto.

¿Creés que de ahora en adelante, el perfil del músico va a ser el de alguien más instruido a la hora de firmar contratos?

EA: Yo creo que sí. Espero que así sea. No sólo más instruido, sino que además va a venir con el pensamiento de “si yo no le entiendo, tiene que venir alguien y me lo tiene que explicar”, porque no todos tenemos que saber todo de todo. Digo, uno va al médico y le duele algo y quiere entender por qué le duele y entender también qué es lo que hace que no le duela más. Saber que si un abogado lo ve, voy a estar protegido. En ese sentido, muchas de las cosas que hacemos, las hacemos gratuitamente. Nosotros colaboramos porque creemos que tiene que haber un desarrollo en todo esto. Hemos hecho capacitaciones en lugares emergentes para que aquél que no lo pueda pagar venga igual. Y en la pandemia hicimos muchísimas más de manera virtual, lo cual estuvo mejor porque se pudo conectar más gente de lo que hubiese podido en forma presencial. lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. Creo que hay una toma de conciencia de que alguien lo tiene que dar. Algunos utilizan al mánager, algunos tienen su experiencia, pero al menos tener la conciencia de que tengo que tomar una decisión que puede generarme algo positivo como también en algún momento puede volverse negativo. Preveer eso es importante. Porque parece que en lo único que un músico puede gastar dinero es en sus instrumentos y la verdad es que no. Porque el objetivo es que gane más. Nosotros hemos visto contratos en los que dijimos “La verdad que esto no está bueno que lo firmes, no es positivo para vos”. Puede pasar eso, por suerte pasa poco. El músico toma más conciencia, lo cual es muy positivo. Y donde antes era muy común ver músicos protestando contra su sello, mánager o lo que fuera, hoy no lo vemos tanto. Se ha tomado más conciencia y se defiende lo que es propio. Siempre digo que si hago un negocio, que no sea sólo para uno. Que sea para todos.

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